lunes, 25 de abril de 2011

"El verdadero significado de las cosas se encuentra al decir las mismas cosas con otras palabras" Charles Chaplin

“No tiene que elegir las palabras quien ve claramente la verdad. Esta le proporciona las mejores palabras” Ralph Waldo Emerson

El poder de la palabra

Suele decirse desde antaño que la palabra es más fuerte que la espada, lo que potencialmente significa que la palabra es un arma de doble filo: salva o condena. A su vez, la espada es símbolo de la palabra, el verbo. A través del lenguaje, la palabra se erige representante del logro o el fracaso, la aventura o el claustro, lo sagrado o lo profano, el amor o el odio, y todo tipo de sentimiento e inquietud humana. El hombre sin ese preciado don no hubiese podido hacer alma, esto es, reflexionar, ficcionalizar, fantasear e imaginar conservando la razón. La palabra es una manera de plasmar la voluntad y puente entre las ideas y las formas; es instrumento para lidiar contra la ignorancia, no por la retórica, sino por la transmisión de un ideal. La palabra también oprime o libera. Una de las formas afortunadas que el hombre ha encontrado para liberarse de la represión del alma y su lenguaje, abrirse al Anima Mundi, ha sido a través de la palabra poética. Quizás, el poeta es quien más ha sabido sacarle el debido provecho al prodigioso recurso, tal vez porque lo bello y lo sublime parecen más tolerables cuando se traducen en lenguaje poético. Como dice Octavio Paz, la poesía es “el testimonio de los sentidos”, y por ello a través del lenguaje poético es posible la desinhibición. Y es que la palabra es, tiene su propio espíritu desde que se anunció el verbo bíblico. Lo que ocurre es que -dice Octavio Paz- en la relación de la poesía con el lenguaje, éste se desvía de su fin natural: la comunicación. Entonces, en el poema las palabras dicen lo otro, se independizan, “el poema no aspira a decir sino a ser”, se desprende tomando su propio rumbo, se escapa y surge un nuevo significado. Mysterium fascinans. Tal vez por esa razón Platón no dudó en expulsar al poeta de La República, por considerarlo inmanejable ya que su verbo se encamina hacia lo inusitado, a lo extravagante, es decir, se vuelve peligroso. En suma, el poeta hace la elección entre la pluma y la espada, o bien, la palabra como espada.

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