viernes, 31 de octubre de 2008

"El verdadero significado de las cosas se encuentra al decir las mismas cosas con otras palabras" Charles Chaplin.

“No tiene que elegir las palabras quien ve claramente la verdad. Esta le proporciona las mejores palabras” Ralph Waldo Emerson.
El poder de la palabra

Suele decirse desde antaño que la palabra es más fuerte que la espada, lo que potencialmente significa que la palabra es un arma de doble filo: salva o condena. A su vez, la espada es símbolo de la palabra, el verbo. A través del lenguaje, la palabra se erige representante del logro o el fracaso, la aventura o el claustro, lo sagrado o lo profano, el amor o el odio, y todo tipo de sentimiento e inquietud humana. El hombre sin ese preciado don no hubiese podido hacer alma, esto es, reflexionar, ficcionalizar, fantasear e imaginar conservando la razón. La palabra es una manera de plasmar la voluntad y puente entre las ideas y las formas; es instrumento para lidiar contra la ignorancia, no por la retórica, sino por la transmisión de un ideal. La palabra también oprime o libera. Una de las formas afortunadas que el hombre ha encontrado para liberarse de la represión del alma y su lenguaje, abrirse al Anima Mundi, ha sido a través de la palabra poética. Quizás, el poeta es quien más ha sabido sacarle el debido provecho al prodigioso recurso, tal vez porque lo bello y lo sublime parecen más tolerables cuando se traducen en lenguaje poético. Como dice Octavio Paz, la poesía es “el testimonio de los sentidos”, y por ello a través del lenguaje poético es posible la desinhibición. Y es que la palabra es, tiene su propio espíritu desde que se anunció el verbo bíblico. Lo que ocurre es que -dice Octavio Paz- en la relación de la poesía con el lenguaje, éste se desvía de su fin natural: la comunicación. Entonces, en el poema las palabras dicen lo otro, se independizan, “el poema no aspira a decir sino a ser”, se desprende tomando su propio rumbo, se escapa y surge un nuevo significado. Mysterium fascinans.
Tal vez por esa razón Platón no dudó en expulsar al poeta de La República, por considerarlo inmanejable ya que su verbo se encamina hacia lo inusitado, a lo extravagante, es decir, se vuelve peligroso.
En suma, el poeta hace la elección entre la pluma y la espada, o bien, la palabra como espada.
Mayo 2008

miércoles, 27 de agosto de 2008

Elucubraciones

Exploro emocionada espacios extraños, especialmente el enigma existencial, elixir embriagador. Entonces, enredada en ecuaciones excesivamente elípticas, enseguida emerge el espanto —¡enigma encubierto!—. Efectivamente, es elucidación extenuante. Encuentro en esto esperanza estéril, entristezco.
Empero existo. Es encomiable.

miércoles, 6 de febrero de 2008






Ulises: Entre el agua y el fuego


En La divina comedia de Dante, encontramos el relato de la muerte de Ulises. En el canto XXVI del infierno, Dante y Virgilio se topan con el héroe griego y le instan a narrarles los pormenores de su muerte.
Después de veinte años de odisea y ya viejo por el largo viaje, Ulises abandona la idea de regresar a Ítaca, né dolcezza di figlio, né la piéta del vecchio padre, né el debito amore lo qual Penélope far lieta, vencer poter dentro da me l´ardore ch´i´ ebbi a devenir del mondo esperto, e delli vizi umani e del valore; ma missi per l´alto mare aperto; y emprende, junto a sus compañeros, lo que fue su último viaje de aventura.
Ulises cuenta que navegaban hacia occidente por el mar Mediterráneo hasta los límites de España, pasando por las islas de Cerdeña, hasta acercarse a Marruecos, norte de África. En el estrecho de Gibraltar, divisan la fosa estrecha, donde Hércules puso sus columnas con la advertencia l´uom piú oltre, "Non plus ultra"(no más allá), símbolo universal de los límites del hombre.
Pero la osadía de Ulises le impulsa a traspasarla, superando el Ceuta en la orilla africana y Sevilla en la española. El viaje de Ulises transcurre desde el Oriente al Occidente hacia el Atlántico, contornando siempre el lado izquierdo hacia el sur, instando a sus compañeros a no negarse esa aventura frenética. A medida que Ulises avanza hacia el sur, al frente emerge el polo sur, y detrás se va hundiendo el polo norte. Cinco veces el Sol pasó por debajo de la Luna, cuando en conjunción con el Sol, desde el cruce del estrecho de Gibraltar, aparece la montaña del Purgatorio en cuya cima está el Paraíso terrestre. En medio de ese inmenso mar Dante sitúa la montaña del Purgatorio, a la cual se podía llegar a través de una abertura situada al final del Infierno. Navegando por esa zona, repentinamente se forma una tromba marina la cual golpea al barco, haciéndolos girar, alza la popa y hunde violenta e irremediablemente la proa, y el mar se cierra sobre ellos.
La osadía de Ulises, al folle volo, fue querer llegar al Purgatorio, y por ende al Paraíso terrenal que está en su cima. Forzando su capacidad y amparándose en su ingenio; quiso lograr la perfección del Purgatorio sin antes pasar por la muerte simbolizada por el Infierno, muestra de su soberbia en alcanzar lo imposible.
En la imaginería de Dante, obviando el retorno a Ítaca, eje que impulsa la Odisea, lo que interesa es dónde murió y cómo, para resaltar la deslealtad de Ulises hacia sus compañeros que van a morir con él en esa aventura.
Por ello Dante coloca a Ulises en el círculo VIII del Infierno, el de los malos consejeros, quemándose en una llama al lado de Diomedes, sufriendo los tormentos que la justicia divina aplica a los embaucadores. Ulises es castigado, según Dante, por embaucar a sus compañeros a una aventura hacia la muerte, con engaños y falsas promesas, tal como lo hizo al crear la estrategia del famoso gran caballo de madera, en cuyo interior estaba un grupo de guerreros griegos abandonado a las puertas de Troya.
Dante juzga a Ulises no sólo como mal consejero sino por su desmesura titánica, ya que Ulises no hizo caso a la prohibición de no pasar más allá de las columnas de Hércules, al ser tentado y no acatar la prohibición de cruzar las barreras de occidente.
Ahora bien, en la propuesta de Dante, la desmesura del héroe es castigada por la “justicia divina” (¿judeo-cristiana?), reinterpretando los mitos de los héroes antiguos con criterios de la mentalidad occidental, ya que la justicia homérica no lo hizo, al punto que Ulises, en la Odisea, finalmente consigue ser el único héroe griego que logró salvar la vida, después de diez años de guerra en Troya y luego de veinte más, para regresar a Ítaca y tener un final feliz. Dante pone a Ulises como un trasgresor a causa de su deseo de ir en busca de lo desconocido. Engaño y desmesura sería el veredicto, y se ve obligado a situar al griego en el octavo círculo del infierno, muy cerca está Satán, el artífice del pecado de Ulises, en tanto su consejero fraudulento.
Ulises está en el octavo círculo, el de “los malos consejeros”, porque insta a sus compañeros para que se atrevan a lo que él ya mismo ha decidido. Quizás ésta parte sea lo único por el que este canto puede considerarse el de los consejeros fraudulentos, en el sentido de que Ulises le oculta el peligro a sus compañeros para su supuesto beneficio, ya que el resto del canto se trata específicamente del exceso en el uso de los propios dones, virtudes y talentos. Sin embargo, ese hecho, el ardid para arrastrar a sus compañeros, representa la manera cómo Ulises utiliza esas virtudes y talentos, lo cual pudiera ser considerado también como parte de los malos consejos a los que Dante parece referirse. Tal vez Dante hace un recorrido por las acciones de Ulises en la Odisea, para poder justificar ese juicio. La astucia de Ulises para salvar los obstáculos, son reinterpretadas por Dante como artimañas, que en muchos casos causó daño a otros, como acciones maquiavélicas del fin que justifica los medios y donde todo vale.
En todo caso, la desmesura del héroe, muestra la gravedad de la presunción asumida por Ulises y que sin duda marcó un límite, un sin retorno por el cual encontrará su caída.
En la imaginería de Dante, la muerte de Ulises debía ser apoteósica, tanto como lo fue su vida. No se esperaría más.