lunes, 1 de enero de 2007

En busca de Klingsor





La ciencia y el mal
(JUL-2005)


El período de la segunda guerra mundial (1939-1945) fue una etapa de nuestra historia muy importante, ya que marcó a gran parte de la humanidad. Bajo el régimen de Adolfo Hitler, la historia adquiere un fondo lúgubre e insospechado para muchos: la esfera de la ciencia, específicamente la ciencia cuántica. Al finalizar la guerra, y tras la capitulación de Alemania, el físico Francis Bacon[1] es enviado a Alemania para encontrar a Klingsor, que es el nombre clave del físico encargado de los proyectos científicos, como la mecánica cuántica, y responsable de las estrategias científicas y bélicas del Tercer Reich, entre ellas, la bomba atómica alemana, y además, consejero de Hitler. Pero a Klingsor nadie lo conoce, o no quieren revelar su identidad, por eso la tarea de encontrarlo se convierte para Bacon en un trabajo detectivesco, de esa manera va de la física al espionaje. En esa misión, casi imposible, Bacon va descubriendo el mundo misterioso que se esconde detrás de la institución científica alemana y la vida de renombrados físicos y matemáticos, casi todos premios Nóbel. Las extrañas relaciones de poder basado en el conocimiento científico pone al descubierto la ruptura de toda lógica cuando un científico, como representante de la razón, se encuentra en un sub-mundo de intrigas, apoyado en la ciencia, para lograr la fabricación de la bomba atómica.

Historia, literatura: verdad, ficción. El escritor Jorge Volpi recurre a los encantos de la ficción para recrear una historia, mezcla de ficción y realidad. Recurre a la “verdad de la historia” para contarnos los secretos de la institución científica alemana, con personajes y documentos, algunos ficticios y otros reales. También maneja historias simultáneas integradas de manera lógica al mundo de la novela. Los acontecimientos se van enlazando a veces cronológicamente lineales, otras, de manera retrospectiva, a través de varias voces narrativas.
Así, la literatura toma espacio y le permite a Volpi adentrarse en temas más universales ( lo que le ha valido algunas críticas) para contar “su verdad”. Volpi reabre el debatido tema de la verdad en el discurso, el valor del documento y el discurso del poder narrado por los vencedores, en donde se pone de relieve la afirmación de que “la historia la escriben los vencedores”.
Es importante destacar en la novela En busca de Klingsor, lo que ha llamado Piglia la “Relación específica de la ficción con la verdad”(Critica y ficción, pág.10) y esa zona indeterminada en donde ambas se cruzan, como una manera de comprender las tramas de la ficción por medio de la literatura, pero también, descifrar la verdad escondida detrás de todo hecho. La literatura es una de las formas de acceder a esa verdad, que siempre es controlada por y desde el poder; y, en gran medida, lograr reconstruir, a través de la ficción, el "relato de los vencidos" que revele la realidad histórica verdadera, la otra cara de un hecho, donde “la ficción trabaja con la verdad para construir un discurso que no es ni verdadero ni falso... y en ese matiz indecidible entre la verdad y la falsedad se juega todo el efecto de la ficción” (Critica y ficción, pág.13); lo que significa que la literatura no se puede disociar de los hechos políticos y sociales.
En busca de Klingsor es un trabajo literario que podría interpretarse como la narración de lo posible en la novela, la cual funciona como el espacio para la reconstrucción de relatos en la búsqueda de la verdad, desde otra perspectiva, fuera del poder. Volpi se convierte en un investigador. Construye una novela de ficción, recurriendo a los hechos reales a través de documentos y a la propia historia de los hechos ( como él mismo acota en la nota final de la novela) Sin embargo, la verdad es una dimensión de lo posible, aunque no siempre la exactitud de los hechos, como dice Piglia. Porque, así como proclama la Teoría de la Relatividad de Einstein: “no existen tiempos y espacios absolutos”, tampoco hay verdad absoluta: “toda verdad proclamada es un acto de violencia, una simulación, un engaño”( En busca de Klingsor, pág.440) Nuestra obsesión por la verdad, en el fondo, es el deseo de la confirmación de nuestras propias convicciones.
Así, en la novela, en la persecución de esa verdad, se delata a la comunidad científica alemana, cuyos valores han sido trastocados por una razón equívoca bajo el imperio del poder del conocimiento.

La génesis del mal. A través de la investigación llevada a cabo por Bacon y Links (quien las dirige interesadamente), se van develando los secretos de los científicos de la institución científica alemana. Los documentos, a los que tienen acceso, le van mostrando no sólo los proyectos científicos, sino también las componendas políticas llevadas a cabo para desacreditar a otros científicos y a sus teorías. Por ejemplo, la figura pública de Einstein les resultaba incomoda a los científicos alemanes porque, según pensaban, “no sólo se dedicaba a revolucionar la vida científica, sino que estaba empeñado en apoyar el caótico régimen republicano que había aceptado la derrota alemana.”(pág.264), y que la difusión de la teoría de la relatividad no era más que propaganda política. Además de ello, la discusión científica la convirtieron en un problema racial y de xenofobia. Así, por la condición judía de Einstein, llevó a los nacionalistas alemanes a considerar la relatividad como una farsa, y todo ello a través de argumentos racionales. Finalmente, Einstein fue obligado a renunciar a la Academia por las presiones políticas para evitar mayores conflictos con los nazis, quienes lo consideraban un símbolo del poder judío. Igualmente, a los científicos que apoyaban las formulaciones científicas de Einstein los comenzaron a llamar “judíos blancos”. Por otro lado, los científicos alemanes hicieron cambios a algunas teorías a su conveniencia para mantener su estatus al lado del poder.
Observando los hechos históricos, uno se empeña en indagar para hallar las causas que originaron ese fenómeno de mezcla de ciencia con el nazismo. Es conocido el hecho de que Alemania ha desempeñado un papel contradictorio en el pensamiento occidental. Parece deleitarse en los extremos. Por un lado, es el país del milagro económico, al levantarse de las ruinas y alcanzar niveles de desarrollo destacados; y por otro, la que hizo posible la”Solución Final” (irónicamente, con mucha eficiencia) En esa tierra teutónica se dan simultáneamente pensadores, artistas, así como seres de naturaleza extraña; y donde subyace una obsesión por el ideal. Y, como se suele decir, el ideal es ideal en tanto es irrealizable, pero Alemania se empeña en hacerlo tangible. Klingsor[2] es una representación de ese ideal germánico, y cumplirlo significa apoderarse del saber y el poder a través de la ciencia.
Por otra parte, para comprender el surgimiento de las ideas del nacionalsocialismo, las cuales están muy ligadas a las estrategias científicas, es interesante descubrir en la novela Doktor Faustus, de Thomas Mann (1950), donde se relata cómo las corrientes de supremacía y control basado en los ideales alemanes de exclusividad y superioridad, y el antisemitismo, estaban latentes en la sociedad alemana mucho antes, incluso, de la llegada de Hitler al poder. En la novela, Mann destaca que la grandeza, la fe, la gloria, en fin, el alma de Alemania, no deja de estar asociada a un espíritu en constante lucha entre el bien y el mal. Thomas Mann plasma además consideraciones de tipo teológico asociado a la tentación de lo demoníaco, a lo irresistible de la provocación de profanar a la divinidad (Doktor Faustus, pág.152), es decir, pareciera haber una tendencia del intelecto del hombre civilizado, de su racionalidad, a caer en una teología que corre el riesgo de convertirse en demonología ( Doktor Faustus, pág.138) Esto parece suceder en casi todas las esferas donde el hombre actúa. Por ello es bueno resaltar que en la novela En busca de Klingsor, el mal relacionado con la ciencia, que es obra del hombre, refiere, desde un punto de vista social, antropológico, el que se trata de dilucidar aquí, no es el referido al dogma religioso y al error entendido como pecado, sino el relacionado a unos hombres de ciencia, que con sus decisiones y con sus acciones erróneas, afectan, definitivamente, a la humanidad.
Sin embargo, como la noción de gloria, de ideal, de fe están muy ligadas a la alianza dialéctica de lo malo con lo sagrado, ya que son dos fuerzas que conviven antagónicamente, incluso fuera de la voluntad del individuo, en aras de la plenitud o la perfección, es factible que en el fondo se trate de eso: que el hombre es malo por naturaleza, porque el hombre es el único ser que tiene conciencia de lo bueno y lo malo.
Lo que sí puede ser cierto es que todo ese movimiento subyacente en la conciencia alemana hizo posible que el nazismo surgiera como un fenómeno bélico, científico e intelectual, con tanta potencia para llevar a cabo una tarea sin precedentes en la historia, y todo por la gloria de Alemania. Los hechos prueban que la conducta de los ciudadanos civiles en el genocidio judío, por ejemplo, no se debió a una simple confusión por la propaganda de Goering ( Ministro de Propaganda nazi); o porque era un pueblo oprimido, como pretende la historia oficial para exonerarlos de su responsabilidad; sino que ya desde mucho antes se preveía que algo así podía ocurrir. El poeta judío alemán Heinrich Heini[3], del siglo XIX, había profetizado que un pueblo que quemaba libros a la larga quemaría a la humanidad. Más cerca en la historia, Lutero y Wagner, sugirieron también la deportación o exterminio del pueblo judío. Hitler, a mi entender, sólo fue un instrumento que aglutinó todo ese potencial a través del discurso racista y clasista llevado a la máxima exacerbación, es decir, él explotó con astucia el discurso antisemita que ya se encontraba latente en los sentimientos de los alemanes, que por cierto no todos pertenecían al partido nazi ni al gobierno, y que, sin embargo, muchos apoyaron el genocidio; y en algunos casos colaboraron voluntariamente en la entrega de judíos; y hasta participaron en ejecuciones. En Doktor Faustus, la historia principal es la del músico Adrián Leverkühn, quien le vendió su alma al diablo; pero también se revelan las causas psicológicas que hicieron posible el surgimiento del nazismo, o cómo el pueblo alemán le vendió su alma a Hitler.
Por su parte, en En busca de Klingsor también se va descubriendo la relación de la ciencia con los nazis y sus consecuencias. La participación de todos los científicos en los programas de investigación del Tercer Reich, y, por extensión, en la conciencia de la propia sociedad alemana, se revelan la noción de gloria, de ideal, de fe, exacerbadas por el poder absoluto. El mal desatado por los científicos nazis ¿podría ser visto ahora, a esta distancia, como un fenómeno que era predecible?
Así, Francis Bacon[4], con el objeto de preservar al Círculo del Uranio alemán y evitar que caiga en manos de los rusos, no sólo va a sacar a la luz la relación entre la ciencia y el mal, y a cuestionar la pretendida moralidad de la ciencia, sino que también va poner al descubierto a los investigadores reales de la institución científica alemana, como Plank Schrödinger, Heisenberg, Gödel, Einstein, Stark, , Bohr, y otros; los cuales se encontraron envueltos, de alguna manera, en una mezcla de ciencia y nazismo, así como las ambiciones científicas y componendas académicas de las que se valieron para llevar la ciencia a los terrenos de la política y el poder.
Bacon descubre la génesis de los programas atómicos de ambos bandos( como el Proyecto Manhattan, por EE.UU.) de científicos, poniendo al descubierto el último experimento de los alemanes por obtener una bomba atómica en una cueva de la Selva Negra[5], en los días finales de la guerra. Las revelaciones de Schrödinger, líder de la ciencia, pone de manifiesto, en forma dramáticamente autocrítica, lo bueno y lo malo que hay en el interior de cada científico; revelaciones que chocan con la concepción universal del científico como paradigma de la razón. En un diálogo con los investigadores, es decir Bacon y Links, Schrödinger, viene a decir lo siguiente: “ Los científicos y en especial los físicos teóricos, queridos amigos, somos malvados por naturaleza: nos pasamos toda la vida meditando y haciendo cálculos, de modo que una aplicación directa de nuestras teorías nos fascina.”(...) “ el hongo radiactivo de una explosión atómica no es más que una prueba de que se ha tenido razón.”( En busca de Klingsor, págs. 352-353), lo cual quiere decir que ser un genio científico no es sinónimo de ser inocente, porque las decisiones, que se toman en un momento determinado y con las cuales afecta a la humanidad, son acciones conscientes en su plenitud.
Paralelamente a esas revelaciones, hay que añadir las especulaciones que surgieron en torno a la posibilidad de que Hitler y su equipo de gobierno, mantenían una especie de sociedad secreta (la Thule Bund) relacionada a prácticas oscuras, especialmente en los experimentos científicos, lo que hace suponer cierta genealogía del mal como sistema de dominación. Quizás esas especulaciones se vuelven un tanto verosímiles cuando se constata el grado de degeneración en la que muchos científicos, en la pugna por el poder, llevaron a cabo acciones extra-científicas, más allá de la razón, para colocarse en dirección totalmente equívocas, a favor de causas contrarias al bien, tales como los experimentos con seres humanos y la bomba atómica propiamente dicha. Es elocuente el hecho de que en un documento revisado por Bacon y Links sobre algunas de las trascripciones de la Operación Épsilon (En busca de Klingsor pág. 189) de los programas secretos por ordenes de Hitler, y que fueron rescatados por los norteamericanos en Núremberg, se relata que después de haber escuchado la confirmación del ataque nuclear sobre Hiroshima, los alemanes se lamentaban de no haber sido ellos los primeros que consiguieran la bomba de uranio, por ello calificaron a sus científicos como de segunda categoría. Además, estaban conscientes de que los problemas no eran tanto por los conocimientos técnicos ni la forma como llevaban a cabo las investigaciones, sino por el hecho de haber mezclado la ciencia con la política. Igualmente, atribuyen ese fracaso a las “locuras” de Hitler y el poco apoyo real a las investigaciones, cuyos recursos se destinaron a intereses extra-científicos.

La influencia del Mal. La ciencia es una disciplina al servicio de la humanidad, por lo menos teóricamente, donde la verdad no ha cesado de ser concebida como un bien y un valor en sí. Sin embargo cuando el hombre utiliza sus atributos bajo la influencia del mal, determina los indicios de una fuerza destructiva que va minando la voluntad humana, alentándola a la sublevación, porque el hombre es débil en el fondo y nunca tarda en caer en las tentaciones, del éxtasis del alma, que rebasa los límites del espíritu y se escapa de la propia conciencia.
El problema del mal radica en su contagiosa seducción; debilita la esperanza, enfrentándola con la miseria, la desesperación y la propia frustración. El mal, como fuerza contraria al bien, a la moral, a los valores sociales, mina el camino del hombre a la elevación de la propia condición humana. En ese actuar, la ciencia tomó una senda equivocada. La ciencia alemana se puso al servicio del mal y a intereses mezquinos, cuando experimentó con seres humanos a favor de una ideología totalizadora y denigrante de esa condición humana que debería defender. Resulta evidente en la novela, la manera como el científico fue capaz de someterse, como instrumento del poder dominante, por encima de la razón y la verdad, para aliarse a los deseos de la sociedad por razones de ambición, egoísmo y vanidad. Su verdad, creen ellos, los salva y se permiten destruir y decidir por sí mismos, la suerte o el destino de los demás. Todas las tareas que el científico alemán llevó a cabo en el área de investigaciones secretas, divididas a su vez en tres áreas de conocimiento: análisis de las razas y genotipos humanos, de acuerdo con los postulados de Rosenberg; la geopolítica racista de Haushofer; y la Welteislebre (doctrina del hielo eterno) de Hörbiger y Wessel (pág.505) pueden ser medidas por las consecuencias de todas esas acciones, además de los intentos de la fabricación de la bomba atómica. El mal puede tomar muchas formas, en este caso, los hombres de ciencia.
Es importante acotar que, pareciera que en ese período de la historia científica no existieron reglas definitivas ni leyes universales que orientaran su práctica en la construcción del conocimiento científico. Al aceptar los científicos la concurrencia de elementos no racionales y extra-científicos, fueron en contra de los conceptos universales y finalmente se convirtieron en totalitarios y excluyentes. La tesis de la anarquía de la ciencia de Paúl Feyerabend[6], en su Tratado contra el método, (Facuse, pág.2) cobra tanto valor aquí cuando dice que la actividad del científico tiene mucho de caótico e imprevisible: "la ciencia es una empresa esencialmente anarquista; el anarquismo teórico es más humanista y más adecuado para estimular el progreso, que sus alternativas basadas en la ley y el orden “(Facuse, pág. 2), y más adelante dice: “ En su intento por homogeneizar la ciencia el científico actúa como un “oportunista metodológico”, es decir “todo vale”, en el sentido de que está dispuesto a transitar diversos caminos posibles para alcanzar sus objetivos, en cada situación particular, sin importar si sus métodos son racionales o no. Estas afirmaciones permitirían comprender la conducta del científico del período nacionalsocialista, quien, para alcanzar sus objetivos, transitó por los caminos más escabrosos, faltando a la ética y a la moral. La afirmación de Schrödinger: “ el hongo radiactivo de una explosión atómica no es más que una prueba de que se ha tenido razón”, confirma lo planteado por Feyerabend. De esta manera, la experiencia del mal se presenta en su sin razón, los fundamentos de la comunidad científica son negados al romper los límites de todo sistema y el desafío a los principios que rigen tanto la naturaleza como a la sociedad civilizada, y todo en detrimento de la condición humana.
Hitler, por su parte, condensaba mucho de esa maldad, la que llevó al extremo del sadismo. Se complacía al observar la filmación de las ejecuciones con tanto placer como cuando se observa una obra de arte. Además de querer convertirse en juez divino: “No sólo quería condenar sus cuerpos, sino también sus almas”(En busca de Klingsor, pag.15), y satisfacer su ego ante la derrota del enemigo: “el poderoso no sólo debe vencer a sus enemigos, sino ridiculizarlos, hacer saber a la gente que nadie tiene la estatura moral para enfrentársele.” (En busca de Klingsor, pag. 17) Luego, la celebración por el triunfo de la muerte.

La ciencia como factor de saber, poder y verdad. Algunos hechos trascendentales de la historia pudieran tener explicación si observamos cómo, desde la caída del imperio Austro-Húngaro, Alemania manifestó un deseo persistente de adueñarse del poder y la razón en Europa, pasando por encima de la ética y la moral para el logro de sus objetivos, lo cual pudiera estar demostrado por las acciones del nazismo.
En la persistencia del dominio del saber a través del conocimiento científico por parte de los científicos alemanes, no deja de ser importante señalar lo que dice Feyerabend, que “la historia de la ciencia es tan compleja, caótica y llena de errores como las ideas que contiene, sin embargo han sido reconstruidas bajo la forma de un relato "objetivo" y accesible a un planteamiento constituido por reglas estrictas e incambiables” (Facuse, pág.3) También hace referencia a la doble autoridad del científico: la teórica y la social. Esto implica su responsabilidad con la sociedad. Sin embargo, esa autoridad, como vemos, fue utilizada por algunos científicos alemanes, para subvertir el orden y el camino de la ciencia, en su afán de obtener y ejercer el poder a través del conocimiento teórico-científico. La responsabilidad del científico ante la sociedad y la utilización del discurso como arma para controlar el poder, certifica el planteamiento de Foucault en cuanto al saber y poder, ya que ambos se entretejen inevitablemente y se reúnen en el discurso. El discurso refleja el pensamiento y el conocimiento dependientes del paradigma dominante, y a su vez, son generadores de la propia realidad elaborada y sostenida sobre determinado discurso y que tiene la capacidad de auto legitimarse. Es como un círculo vicioso. Por ello, la propuesta de Foucault en el Orden del discurso, es una oposición a los procedimientos de control y delimitación del propio discurso.
Sin embargo, como dice Foucault, no existe un saber universal, desinteresado y libre de exigencias ideológicas, como tampoco existe un saber totalmente determinado por el poder. El régimen nazi pretendía un saber absoluto y dominante; y un poder basado en el conocimiento. Pero como el saber nunca se encuentra fuera del poder ni está completamente circunscrito a él, sino que, en realidad, constituyen campos en confrontación, quizás fue lo que provocó el auge y caída de la ideología nacionalsocialista.
Reflexiones finales
Los hechos de la Segunda Guerra mundial son conocidos. Lo que trata Jorge Volpi con esta novela es develar la historia poco conocida, digamos, la que se encuentra en la periferia, para narrar los hechos desde otra perspectiva.

Así, en En busca de Klingsor se plantea el viejo dilema del mal. Pero el mal, entendido como un problema de los valores sociales que parecen estar en crisis desde siempre. El ser humano es una paradoja ya que cuando es puesta a prueba su ética y su moral puede tomar posiciones contradictorias, que pueden ser riesgosas, tanto para él como para los demás. La toma de decisiones, desde el punto de vista científico, implica una responsabilidad con sus semejantes. El efecto que se causa en la realidad, al elegir un camino determinado y renunciar al resto de las posibilidades, y la importancia de tomar alguna decisión para la historia que involucra a toda la humanidad, establece la diferencia entre el bien y el mal.
Todo el caso de la sociedad científica alemana, además de girar en torno al tema del mal, también se vincula con el problema del poder. El poder se relaciona con la dominación, la coerción, la restricción y hay una tendencia a enmascarar y mistificar la realidad mediante el engaño o el fraude. Lo que funcionó en el régimen nacionalsocialista fue la utilización del saber y la verdad como factores de dominación. Los problemas surgidos en el medio científico de la Alemania nazi han puesto en evidencia el viejo dilema entre ciencia e ideología, verdad y error. Contradictoriamente, desde siempre, la verdad y el saber, se usan como armas porque invierten, revierten o eliminan los errores impuestos para tratar de desenmascarar al poder dominante o represivo a través de la concientización. Pero, como la historia la hacen los hombres, igualmente la ciencia es una creación de seres humanos concretos que viven en una época determinada, cuya producción está cargada como dice Feyerabend, de “valoraciones y juicios de valor básicos aceptados por la élite científica “(Facusa, pag.49) que son determinantes en cualquier sociedad, y específicamente en la sociedad alemana de la época nazi, la cual afectó, en definitiva, a la humanidad. Al utilizar los conocimientos científicos como fuerza de dominación, a través de un discurso basado en razonamientos científicos objetivos y lógicos, finalmente, ambas fuerzas colapsaron.
En En busca de Klingsor, Volpi pone en tela de juicio la moral de la ciencia y cómo las posturas científicas pueden cambiar el curso de la historia. El detective Bacon hurgó en lo más recóndito de las debilidades humanas, donde todos somos sospechosos de un crimen, tal como lo es Klingsor. Buscar a Klingsor, quizás no sea más que la búsqueda en nosotros mismos del mal arraigado en nuestra propia conciencia.
El tema del mal en la ciencia, no ha acabado. Es verdaderamente preocupante los niveles de desarrollo que ha alcanzado la ciencia cuántica en la actualidad. Lo dicho por Schrödinger que un hongo atómico no es más que la prueba de que una teoría funciona, requiere la revisión de los valores éticos de los hombres de ciencia, ya que las decisiones que tomen nos afectan a todos.
Todo lo expuesto en este trabajo, sobre la mentalidad alemana y la ética de sus científicos, quizás no son más que meras especulaciones. La verdad no es absoluta. Mi verdad, la verdad de Volpi, constituye el mundo de las posibilidades. Solo nos queda la responsabilidad que como lector nos corresponde en una sociedad en crisis.



Bibliografía y referencias bibliográficas


Foucault, Michel. La arqueología del saber. Argentia: Siglo Veintiuno Editores, S.A.,2003.
__ __ __. El orden del discurso.Barcelona, España: Tusquets editores, 1980.
Mann, Thomas. Doktor Faustus. Argentina:Editorial Sudamericana, 1950.
Piglia, Ricardo. Crítica y ficción. Barcelona, España: Editorial Anagrama, S.A., 1986.
Urroz, Eloy, Padilla Ignacio y Volpi, Jorge. Tres bosquejos del mal.España: Modernos y clásicos de Muchnik editores, 2000.
Volpi, Jorge. En busca de Klingsor. México: 1999.
Electrónicas:
Ciencia, verdad y poder. Esther Díaz.2004.Revista La otra. Argentina. Recuperado en http: //. www.estherdiaz.com.ar/textos/ciencia_verdad_poder.htm[2005, julio15[
Una Epistemología Pluralista. El anarquismo de la ciencia de Paúl Feyerabend. Facuse, Marisol. U. de Concepción Chile.2005. Recuperado en http: //rehue.csociales.uchile.cl/facuse.htm [2005, julio 15[
[1] Homónimo del filósofo natural del siglo XVII.
[2] Nombre de un personaje literario enmarcado en la leyenda del Santo Grial. En su versión germánica, ejemplificada en el Perceval de Eschenbach y en la ópera Parsifal de Wagner. Klingsor es el antagonista perverso del rey Amfortas con quien protagoniza un prolongado enfrentamiento durante muchos años hasta que en un determinado momento se desequilibra al conseguir Klingsor doblegar la virtud de Amfortas.

[3] Volpi le da este mismo nombre a uno de sus personajes en la novela En busca de Klingsor.
[4] En su búsqueda es ayudado por Gustav Links, un matemático obsesionado por el problema del infinito de Cantor y repudiado por el anterior régimen por su complicidad en el histórico y fallido atentado contra el Fürher.
[5] Podría se una de ellas Mittelwerk, la mayor fábrica subterránea de armas ubicada en el macizo montañoso de Harz. Allí trabajaron como esclavos miles de prisioneros produciendo los cohetes V-1 y V-2, utilizados por los alemanes en la guerra sobre varias ciudades europeas. Se estima que esas armas cobraron más vidas durante su construcción que mediante su uso.
[6] Paúl Feyerabend: filósofo, epistemólogo austríaco (1924-1994) Formuló la teoría sobre la Anarquía de la ciencia donde “ todo vale”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Evidentemente la ciencia y el mal le han hecho su jugarreta a la humanidad.