domingo, 15 de julio de 2007

El poder y el mal
02-02-2007

En la sociedad moderna, según Jean-William Lapierre[1], el poder político, el del Estado, es una función social que consiste en tomar decisiones soberanamente para el conjunto de la sociedad global y de asegurar su ejecución por medio de la autoridad legítima y la supremacía de la fuerza pública. Sin embargo, la humanidad ha tenido que pasar por circunstancias atroces para llegar a ese nuevo sentido democrático que ha adquirido el poder legítimo.


La literatura ha dado cuenta de numerosos ejemplos de las diversas maneras cómo se ha ejercido el poder, y en muchos casos, las argucias para tenerlo. Cuando analizamos personajes, reales o literarios, encontramos que el poder suele estar siempre asociado con la fuerza y la violencia, ejercida por tiranos, quienes infunden el terror, la venganza, la mentira, y el asesinato para conservarlo, y cuyas decisiones se basan en criterios de oportunidad y ajeno a la voluntad de los súbditos que lo dejan tener ese poder.


En Macbeth, Otelo, Ricardo III, El Rey Lear, obras de Shakespeare, encontramos ejemplos del ejercicio del poder y la ambición desmedida por obtenerlo. Igualmente, personajes como Calígula, recreado por Camus, y más antiguamente, en la mitología, el rey Penteo en Las bacantes, o Prometeo, permiten reconocer la ambición desmedida por ostentar el poder, o ejercerlo con tiranía, donde la crueldad se convierte en una constante, relacionada con la dominación, la coerción, la restricción y la tendencia a enmascarar y mistificar la realidad mediante el engaño. El poder ejercido con crueldad, en gran medida, no deja de estar asociado también al mal, cuyas formas y consecuencias nos obliga a mirar hacia nosotros mismos, en busca de la ineluctable verdadera naturaleza humana.


El poder y el mal

En Macbeth, la ambición desmedida para alcanzar el poder ilícitamente por parte de Macbeth, el mal cobra una realidad material, quizás introducido por las imágenes de las brujas, puesto que cuando Macbeth recibe las predicciones de estos seres extraños, surge en él la obsesión de ser rey de Escocia, y cuya idea es reforzada por su ambiciosa mujer. Las brujas, reales o fabricadas por su conciencia, son el elemento sobrenatural que coloca la situación en un espacio maligno, donde el mal irrumpe en el espacio sagrado del mundo cosmizado, que es nuestro mundo, separado de esa otra parte opuesta y desconocida que es el caos y que, según Eliade[2], es un espacio extraño poblado de demonios. La irrupción del mal en el mundo organizado representa una ruptura de los niveles que mantienen separados ambos mundos. Cuando el mal traspasa las barreras al mundo cosmizado, o sagrado, el imago mundi[3], que representa ese espacio donde se desarrolla la historia, Escocia, Inglaterra, el orden natural del espacio y tiempo se invierten y todo se vuelve un caos, incluyendo la psiquis de los hombres, que lo inducen al crimen, y lo mantienen en la incertidumbre, el desasosiego y la irracionalidad, tal como le sucede a Macbeth y a su mujer. Sin embargo, cabe la posibilidad de que quizás, por intermedio de la imagen de las brujas, Macbeth está comunicando su propia voluntad de poder, porque “sabe” en su interior, que puede conquistarlo, y en su vigilia, es capaz de construir todos los artificios necesarios para llegar a él, convirtiendo lo imaginario en real, como la imagen de las brujas. Es decir, Macbeth quizás había preconcebido la posibilidad de ser rey y en su imaginación creó a “alguien” para que se lo dijera. Así, Macbeth le da crédito a lo que le dicen las brujas, y maquiavélicamente lleva a cabo sus crímenes como el fin que justifica los medios, para lograr ser rey y obtener el poder, incitado por Lady Macbeth. Y como en toda relación de sometimiento, la violencia y el crimen se convierten en esos medios para lograr sus fines.


De esta manera, el primer asesinato, el del rey Duncan, su primo, lo realiza para mejorar su estatus, pero como una acción no puede permanecer aislada, gradualmente comete los siguientes, mucho peores, para mantenerse en el poder contra la voluntad de los habitantes de Escocia. Lo paradójico es que Macbeth está conciente de que el crimen lo llevará inevitablemente al desastre, y que así como él somete a sus congéneres para mantenerse en el poder, de la misma manera, él es víctima de ese poder, y la culpa y la desgracia le acompañan en su semiconciencia, sumergido en un tormento que aun desde el poder no se puede librar, porque no puede escapar de sí mismo:


Macbeth.- ¡Oh, si la memoria y el pensamiento se extinguiesen en mí, para no recordar lo que hice! [4]


Después del primer crimen, la sangre, las pesadillas y las alucinaciones se convierten en parte de la nueva realidad para ambos esposos y enrarecen todo el ambiente incluyendo a los habitantes de Escocia; y quizás su única posibilidad de liberación sea la muerte, como él mismo expresa:
Macbeth - ¡Ojalá hubiera muerto yo pocas horas antes! Mi vida hubiera sido del todo feliz. Ya han muerto para mí la gloria y la esperanza[5]


En cuanto al mal presente en Lady Macbeth, es evidente la incitación y la complicidad de ella para el acceso del poder mediante el crimen, que comienza a maquinar luego de recibir la carta que Macbeth le envía, relatándole su encuentro con las brujas; en ese aspecto Lady Macbeth no se diferencia mucho de las brujas del páramo, y quizás ese hecho también se conecta con la capacidad imaginativa de su esposo para acceder al poder, que había mencionado antes.


En ese aspecto, es importante destacar la complementariedad que ambos esposos se profesan, y que dan lugar a la complicidad posterior. Esa complementariedad quizás se deba a lo que dice Jung, que el ánima es el aspecto femenino inconsciente del hombre y animus es el aspecto masculino inconsciente de la mujer, lo que permite que apreciemos cierto equilibrio, comprensión y hasta ternura entre ellos, por lo menos al principio. Sin embargo, en la obra observamos cómo en forma gradual la pareja se va distanciando psíquicamente, mientras se van desarrollando sus acciones y pensamientos hasta llegar a convertirse casi en antagonistas.


Así, Macbeth el “bueno”, se convierte en un tirano cuando Lady Macbeth, la “villana” del principio, fría, calculadora y perversa, llena de una pasión pero negativa, le induce a cometer el crimen contra el Rey Duncan. Luego ella se torna dócil e indefensa hacia el final, hasta llegar al suicidio, que sería una muestra de debilidad extrema, y ahí se ve que la persona también sufre con el mal. En cuanto a Macbeth, se puede apreciar claramente un cambio profundo en su carácter: pasa de ser un hombre bueno, honorable y fiel, a ser un tirano cruel y despiadado al que todos terminan odiando y traicionando. En ese mismo sentido, al principio Lady Macbeth se muestra más ambiciosa que su esposo, y resulta evidente su esfuerzo en urdir el plan para cometer el regicidio; pero ya Macbeth había escuchado la voz de su propia conciencia, como una idea preconcebida, para acceder al poder. Las brujas ( “musas de Macbeth” como dice Bloom. Las brujas, y tal vez Hécate, vienen a él porque le conocen sobrenaturalmente y “No ponen nada en su espíritu que no estuviera ya allí”. Bloom:532) sólo introducen esa posibilidad. Sin embargo no deja de ser un hecho notable que sean “mujeres”(aunque no lo parezcan del todo) junto a Lady Macbeth, las que influyeron como su ánima, es decir el lado femenino en Macbeth, en el desarrollo de sus pensamientos y acciones( y que a la vez ponen en entredicho su “hombría”)


De acuerdo a lo dicho, es claro que Macbeth sería un agente pasivo del mal, es decir un cautivo, llevado por la mala influencia de Lady Macbeth. En suma, hay una clara inversión de la psiquis de los personajes, seriamente afectada por la ambición para acceder al poder, es decir, sale a relucir el lado sombra de cada uno de ellos, impulsada por la imagen de las brujas, que pone en evidencia la maldad latente en cada uno de ellos, y que finalmente los lleva a la destrucción.


Macbeth, es el personaje que cae por su ambición de poder y eso lo convierte en un ejemplo de héroe trágico que cae por su propio error al querer revelarse contra el estado natural de las cosas. Pero, más que un héroe trágico es un antihéroe, porque sus crímenes ponen de manifiesto su cobardía (asesina a Duncan, quien es un viejo bondadoso, y además su primo, y lo asesina mientras duerme. Igualmente asesina a mujeres y niños), las cuales son acciones contrarias a un verdadero héroe, quien ha transgredido las leyes naturales, las humanas, civiles y hasta militares, convertido en traidor y déspota.[6]


La ambición y traición, mezclado con lo sobrenatural, el miedo constante, las trasgresiones a la naturaleza, y una culpa que todos comparten, son las consecuencias de la ambición de poder de Macbeth y su esposa.


En líneas generales, la obra podría tomarse como metáfora de la condición humana, y la naturaleza del mal en la humanidad, representada por los esposos Macbeth, como una alegoría del mal, que se manifiesta cuando nos obsesionamos en conseguir algo, en este caso el poder, producto de la desmesura humana. También nos dice que el mal está en el hombre, quien tiene potencialmente la capacidad de hacer el mal de una manera intrínseca. Lo que nunca logramos entender es para qué Macbeth se obsesiona y quiere el poder?


Otro personaje de Shakespeare, alineado en esta corriente de la dialéctica del mal, es Ricardo III. En la obra se recrea con crudeza el tema universal del poder entendido como forma de ejercer la tiranía, o viceversa, y la maquinaria de intrigas, odios y traiciones, llevadas a cabo por el sanguinario y despiadado Ricardo, quien muestra todos los mecanismos crueles para lograr su cometido de apoderarse ilícitamente de la corona. Envuelve hábilmente a todos en sus intrigas, engaños, sobornos y amenazas, consiguiendo cómplices para el asesinato de su propia sangre, incluyendo a niños, y arreglando matrimonios a su conveniencia. Con la carencia de escrúpulos, amoralidad y crueldad de sus acciones, Ricardo nos demuestra la maldad en su ambición por y desde el poder, y tal como Macbeth, su maldad es algo intrínseco en él. La desmesura de sus acciones lo lleva a perder su propia vida, cuyo valor parece ser tan insignificante como las segó, en su arrebato codicioso. Por otro lado, encontramos en Calígula, de Albert Camus, otro personaje malévolo que convierte el poder en un arma para sus atrocidades. El mismo Albert Camus[7] dijo acerca de esta obra:
"Calígula, hasta entonces un emperador relativamente aceptable, advierte a partir de la muerte de Drusila, su hermana y su mujer, que el mundo no es satisfactorio. Desde entonces, obsesionado con lo imposible y envenenado por el desprecio y el horror, trata a través del asesinato y la perversión sistemática de todos los valores, de ejercer la libertad".
Basada en el personaje histórico[8] , Camus recrea, entre los tiránicos emperadores romanos, el caso más extremo de crueldad, manía persecutoria y locura, donde los valores y la moral quedan anulados o manejados a su conveniencia.


La obra trata del abuso del poder y la potestad que el poder le confiere para ejercer la tiranía sobre sus subordinados y el manejo del Estado a su antojo, mediante la improvisación. Pero el caso de Calígula, es particularmente excepcional, puesto que utiliza una lógica que desde todo punto de vista es absurda. Bajo su mandato imperó la crueldad y el absurdo, pretendiendo ser un sabio hasta igualarse a Dios [9], y conseguir lo imposible, como la luna. Decide la vida o la muerte de los súbditos en cada arranque de lógica demente. Llegó al extremo de decretar el hambre y casos insólitos de incestos; aplica la lógica para imponer el terror y destruir toda contradicción, que muchas veces eran inventadas por él mismo para satisfacer sus manías y calmar su aburrimiento, como cuando decreta la muerte para sentirse completamente libre, y además para su propia diversión. En los cuatro años como emperador de Roma, y siendo muy joven, Calígula se convirtió en el prototipo del déspota sanguinario, que embriagado por el poder, finalmente cayó víctima de su propia locura y maldad.


El poder ejercido por un demente, también adquiere rasgos maléficos, donde sale a relucir el lado más oscuro del alma humana, y que por no tener ningún control que pudiera frenar el ímpetu del mal, se convierte en un caso extremo de ejercicio del poder, pues se vuelve más peligroso, en tanto la ética y la moral no existen como valores que pudieran hacer recapacitar o arrepentirse de sus atrocidades, o por lo menos tener conciencia de ello.


En tanto en Las bacantes de Eurípides, se presenta otro caso de lucha por el poder, pero con la particularidad de que es una lucha entre un dios y un hombre: Dionisos y Penteo. Dionisos se aparece en Tebas reclamando ser reconocido como dios, y Penteo no lo quiere reconocer, sino que se inclina por Afrodita, además piensa que Dionisos viene a arrebatarle su posición y a desautorizarlo ante los ciudadanos. Sin hacer caso de los consejos de Cadmo y Tiresias, se enfrenta a Dionisos tratando de representar la moralidad del Estado. El rey de Tebas se presenta como un gobernante conservador piadoso y como un protector del orden tradicional; sin embargo el coro hace parecer a Penteo como un trasgresor, descreído y prepotente, cuya forma de gobernar instigan sobre Tebas la ira de lo dioses. Dionisos celoso y defensor de las leyes divinas y humanas, le demuestra su poder, y bajo su encantamiento, hace que Penteo desee vestirse de bacante. Preso del frenesí de las bacantes, incluyendo a su madre Ágave, Penteo muere despedazado. La disputa entre el dios Dionisos y Penteo, rey de Tebas, queda supeditado también a la lucha de poderes y el mal que se desencadena por la ambición, esta vez desatada por un dios tan poderoso como Dionisos.

La ambición y el ejercicio déspota del poder han llevado al hombre a los actos más crueles y egoístas para alcanzarlo o conservarlo. Por ello, el mal que éticamente debe preocuparnos es el mal de los seres humanos, el mal que se sirve de la voluntad y del poder. El mal, como fuerza contraria al bien, a la moral, a los valores sociales, mina el camino del hombre a la elevación de la propia condición humana. Es factible, entonces, que en el fondo se trate de eso, que el hombre es malo por naturaleza, porque es el único ser que tiene conciencia de lo bueno y lo malo. Y es que el problema del mal radica en su contagiosa seducción, porque el hombre es débil en el fondo y nunca tarda en caer en las tentaciones y lo enfrentan con la miseria, la desesperación y la propia frustración, tal como le sucede a los Macbeth y a Ricardo III. Sin embargo, los hechos nos indican cierta genealogía del mal como sistema de dominación. Bajo su influencia, el mal determina los indicios de una fuerza destructiva que va minando la voluntad humana, alentándola a la sublevación, del éxtasis del alma, que rebasa los límites del espíritu y se escapa de la propia conciencia.


A este respecto, son interesantes las consideraciones sobre el mal que realiza Thomas Mann en su novela Doktor Faustus. Refiriéndose a la situación alemana, destaca que la grandeza, la fe, la gloria, en fin, el alma (de Alemania) no deja de estar asociada a un espíritu en constante lucha entre el bien y el mal. Mann también plasma consideraciones de tipo teológico asociado a la tentación de lo demoníaco, a lo irresistible de la provocación de profanar a la divinidad (Doktor Faustus:152), como observamos en Calígula, en Penteo, y haciendo analogías también en Prometeo. Es decir, que pareciera haber una tendencia del intelecto del hombre civilizado, de su racionalidad, a caer en una teología que corre el riesgo de convertirse en demonología ( Doktor Faustus:138) Y esto parece suceder en casi todas las esferas donde el hombre actúa, y en todos los tiempos, donde la noción de gloria, de ideal, de fe, están muy ligadas a la alianza dialéctica de lo malo con lo sagrado, ya que son dos fuerzas que conviven antagónicamente, incluso fuera de la voluntad del individuo. En los casos de Macbeth y Ricardo III, más allá de las posibles justificaciones que pudiera ofrecer la historia, nos permite hacer una reflexión sobre la capacidad de destrucción que posee el ser humano y la gran facilidad, siempre latente, para caer en el mal, en sus dos vertientes, por decirlo así, de fuerzas ajenas a la voluntad del individuo, por una parte, o por las que son inherentes al propio individuo.


La lucha por el poder, bien pudiéramos relacionarlo con las condiciones de nuestra época[10]. En ello, la ficción, es decir la literatura, pudiera mostrarnos los errores del pasado, y su utilidad para ser cautelosos, reconociendo en esos personajes la retórica del poder cruel y desmedido, ejercido con villanía (aunque esos personajes están basados en personajes históricos, lo que es más aterrador). Esto le da un valor particular a la literatura, y especialmente a las tragedia, el de enseñar a nuestra conciencia moral para poder medir las consecuencias de la desmesura.


Por ello, Bloom atribuye a Shakespeare la intención de que después que muere Macbeth nos quede una rara sensación de ser como Macbeth de manera “inescapable” y aterradora, y que su imaginación es como la propia nuestra, incluso de de tener un destino semejante, así como su mismo miedo, todo ello por el sentimiento de que estamos violando nuestras propias naturaleza tal como lo hace Macbeth (Bloom, H. Shakespeare. La invención de lo humano: 518-524), quizás con la esperanza que a través de la alegoría sepamos reconocer el lado oscuro del alma humana y las consecuencias al querer rebasar los límites, manifestándose el mal, que tal vez radica en la propia condición humana.




Bibliografía
Bloom, Harold. Shakespeare. La invención de lo humano. Traductor Tomás Segovia. Bogotá, Colombia: Editorial Norma, 1998.
Camus, Albert. Calígula. España: Alianza Editorial, 2003.
Eliade, Mircea. Lo sagrado y lo profano. Traductor Luís Gil. Madrid: Ediciones Guadarrama, 1973.
Eurípides.Las bacantes. Madrid: Traducción Carlos García Gual. Ediorial Gredos,1998.
Knight, Wilson. Shakespeare y sus tragedias. La rueda de fuego. México: Brevarios, FCE, 1979.
Mann, Thomas. Doktor Faustus. Argentina:Editorial Sudamericana, 1950.
Shakespeare, William. Macbeth en Tragedias. Traductor Luís Astrana Marín. Barcelona: Círculo de lectores, 1973.
--.--.---. Ricardo III en William Shakespeare.Obras completas.Madrid: Aguilar, 1960.
Wain, John. El mundo vivo de Shakespeare (guía para el espectador). Madrid: Alianza Editorial, 1967.
Referencias electrónicas
Albert Camus. Recuperado de "http://www.liceus.com/cgi-bin/gui/04/Camus.asp(24-01-2007)

Calígula. Historia Nacional Geographic.Recuperado de http://www.historiang.com/articulo.jsp?id=441457(24-01-2007)
[1] Teorías del poder. Recuperado de http://es.wikipedia.org/wiki/Poder_pol%C3%ADtico(25-01-2007)
[2] Eliade, M. Lo sagrado y lo profano; pág.15
[3] Un país entero, una ciudad, un santuario representan una imago mundi. “ Flavio Josefo escribía, a propósito del simbolismo del Templo, que el patio representaba el Mar ( es decir las regiones inferiores); el santuario, la Tierra, y el Santo de los Santos, el Cielo” Eliade ,Lo sagrado y lo profano.pág.16.
[4] Shakespeare, William. Macbeth.212.
[5] Ídem,pág .213.
[6] Su contraparte sería Macduff y la mayor amenaza para Macbeth, como Némesis de éste -profetizado por las brujas- como el “hombre no nacido de mujer” y único capaz de matarle.
[7] Recuperado de http://cafemarat.blogspot.com/2006/06/calgula-de-albert-camus.html(24-01-2007)
[8] Calígula fue el producto del ambiente de la Roma de su tiempo, marcado por las querellas dinásticas y las conspiraciones de todo tipo. Su llegada al poder se debió a la ambigua preferencia que le mostró Tiberio, su abuelo adoptivo, de quien aprendió las artes del disimulo y se inició en el tipo de vida licenciosa. Para acceder al trono no dudó en precipitar la muerte de Tiberio, anulando a continuación el testamento por el que debía compartir el poder con el otro nieto de Tiberio. Sus primeros meses de gobierno suscitaron muchas esperanzas entre sus súbditos concediendo derechos al pueblo pero no tardó en revelarse como lo que verdaderamente era. Rompiendo con todas las apariencias constitucionales que sus antecesores habían respetado mal que bien, quiso erigirse en autócrata imponiendo innumerables símbolos de adoración a su persona, A la vez, sabiendo su creciente impopularidad y temiendo a cada paso una conspiración en su contra, no dudó en eliminar a todo aquel del que concibiera la más ligera sospecha de traición, instaurando el reino de terror, hasta que finalmente, no pudo impedir que terminaran asesinándolo. Historia Nacional Geographic http://www.historiang.com/articulo.jsp?id=441457
[9] Calígula es una obra de teatro en la que Camus muestra a un Calígula humano, un personaje que se acerca mucho más a lo que fue el verdadero emperador romano. Aficionado al teatro desde muy joven, se burló de todo y todos, su gobierno fue un teatro. Recuperado de "http://www.liceus.com/cgi-bin/gui/04/Camus.asp(24-01-2007)
[10] Knight dice que “el mal de Macbeth está simbolizado en la enfermedad de una nación” (Escocia) Knight, Wilson. Shakespeare y sus tragedias, pág. 223.

Las Ruinas circulares yTlön, Uqbar, Orbis Tertius


Según Todorov, lo fantástico implica la integración del lector con el mundo de los personajes. A partir de Las ruinas circulares y Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, podemos destacar la diferencia entre lo fantástico y lo maravilloso.Todorov establece que la diferencia entre lo fantástico y lo maravilloso radica en la opción que adopte el personaje, o el lector, al final del relato, con una solución razonable. La duda sobre ante qué fenómeno nos enfrentamos podría desaparecer cuando hay una explicación lógica de ese fenómeno sobrenatural, lo cual sería lo fantástico. Pero, si se mantiene la duda al final, puesto que dicho fenómeno no tiene una explicación lógica dentro de las leyes conocidas, estamos ante el género maravilloso. Se termina admitiendo que quizás esas leyes desconocidas tienen cabida y que podrían explicar racionalmente el fenómeno presentado como un hecho el cual somos incapaces de resolver. Tal solución también implicaría el acto de creencia en fenómenos de origen divino.
Debido a que las fronteras entre uno y otro género es muy sutil, lo fantástico se debe ubicar entre lo insólito y lo maravilloso.
Lo fantástico-maravilloso haría la diferencia de vacilación entre creer o no. Dentro de lo maravilloso puro se acepta el fenómeno sin tratar de entenderlo o explicarlo.
En ese sentido, en el relato Las ruinas circulares, se produce un fenómeno de naturaleza extraña: un sujeto sueña y en ese devenir crea a otro sujeto que, por su naturaleza, es indemne al fuego. El fuego, a su vez, es un fenómeno natural el cual el hombre terrenal acepta aunque no comprende del todo y por ello lo asocia a un hecho divino, es decir, creado por un Dios. Igualmente, ese elemento, el fuego, se ha asociado a la concurrencia de la vida y la muerte: el fuego da vida pero también destruye, tiene una propiedad dual.
En ese sentido, el hombre participa de un ritual ancestral, concurre a un fenómeno cosmogónico y teológico al mismo tiempo, que tiene un carácter simbólico misterioso. Pero al hombre no le interesa mucho saber o conocer el fenómeno, sino que lo acepta como un hecho.
Por otro lado, el simbolismo de Las ruinas circulares, sugiere el hecho de un ciclo, que aparentemente el hombre no puede eludir, y en el cual se siente inmerso.
Cualquier intento de salida le remite nuevamente a un sueño donde finalmente se convence de que él mismo es un sueño, creado tal vez por Dios, y que a su vez el hombre crea a otro hombre con su sueño, el ciclo se repetiría hasta el infinito. En ese ciclo, el hombre es un dios que también crea.
El sueño es también una actitud filosófica ante la vida, donde el hombre es vigilado por una divinidad, y finalmente se confronta con la muerte, su principal angustia. En ese contexto el relato podría ubicarse dentro de lo maravilloso puro.
En Tlön, Uqbar, Orbis Tertius , se describe el mundo imaginario de un planeta ficticio. Este mundo se vislumbra primero en una enciclopedia que, a su vez, es una reimpresión falsificada de la Británica, acerca de la región imaginaria de Uqbar, presentándola como si fuera parte de un país imaginario. Otro falsificador crea un planeta ficticio llamado Tlön, que representa una pseudo-realidad parecida a nuestro mundo real, más detallada, en una de las lenguas de Tlön, llamada Orbis Tertius. Llevando este proceso a sus límites, el relato puede alcanzar una representación ordenada de la realidad que contiene la totalidad de las cosas, sutilmente transformadas y enriquecidas por el proceso imaginativo que las engendró.
El mundo imaginario de Tlön es un universo mental, construido por un conjunto de leyes filosóficamente coherentes. Pareciera que Borges está jugando a ser Dios, creador, o demiurgo, y que tal vez así debería haberse creado nuestro mundo real, sólo que más perfecto.
El relato nos ubica en una encrucijada. Debemos optar por una opción lógica para tratar de entender el final. Si lo tomamos como un sofisma, cuyo argumento nos persuade de un hecho falso como si fuera real, nos encontraríamos ante un relato maravilloso, cuyas leyes no pueden ser explicadas, pero que, sin embargo, son aceptadas. Por otro lado, si percibimos el relato como un fenómeno insólito, no cabría duda de que el efecto fantástico se ha desvanecido al final del relato.
Borges agrega ciertos datos reales, como la conversación con Bioy Casares, para confundir y causar ese efecto de extrañeza y de duda si el relato es verosímil o no.
En todo caso, lo fantástico-maravilloso juega un papel a la hora de las clasificaciones. Los dos relatos son desafíos a la inteligencia del lector, y es difícil determinar su género, puesto que toma elementos de uno y de otro para formar híbridos. Sin embargo, para catalogarlos dentro de alguno de ellos, diría que el relato Las ruinas circulares se produce dentro del género fantástico-extraño, y Tlön Uqbar Orbis Tertius, dentro de lo fantástico-maravilloso, puesto que no queda explicado el fenómeno, por ende no podemos racionalizarlo. Sin embargo, ambos nos sugieren ciertos hechos sobrenaturales.