Y ¿qué he conseguido, qué he alcanzado durante este largo transcurso del tiempo?
Lo que alcanzaría el hombre que viviese mil años; lo que ha alcanzado la humanidad desde su misterioso principio hasta el presente: NADA!
Memorias, J.A. Pérez Bonalde
Una línea cumple su función depredadora sobre los ya cansados párpados. Surcos en todas direcciones como ríos desbordados se abren paso por la piel. Son trazos que nos recuerdan la finitud, la fugacidad, lo efímero de nuestra presencia, las de mis semejantes, porque todos los hombres, con diferentes caras y distintos pensamientos, somos uno sólo.
Cada línea conmemora el paso del tiempo sobre la vida humana, como un presagio antiguo que se renueva en cada ritual cosmogónico, que es nuestra existencia, puesto que bajo la piel, capas tras capas, se siente el infinito muy adentro, como si todas las células del universo estuvieran en el cuerpo, pegadas a los huesos e impregnando la piel, y en el fondo se pudiera encontrar el origen de la creación. Es un sueño. La ilusión narcisista de buscar la Belleza dentro de uno, buscar el universo, en fin, buscar la Divinidad.
Así, cuando me veo esta mañana, igual a tantas otras, y como el poeta me pregunto: ¿Qué es este misterio?, sólo el eco de mi voz responde: ¡NADA!
Sin embargo, esa nada no impide que sea capaz de percibir de mi frente cierta resonancia cercana a la poesía, o que un tierno arrullo salga de mi boca.
Me percato de que son regalos de la providencia.
¿Qué más pudiera pedir?
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